Por: Diógenes Armando Pino Avila
El carbón, fuego dormido.
En una siesta de milenios, en las entrañas de la tierra
Descansa sofocado de su incandescencia cuasi-eterna.
El hombre, demonio devorador de fuego
Hiere la madre tierra, hurgándole las viseras
Para desenterrarlo.
Las monstruosas maquinas
Rugen con sadismo al satisfacer su gula
y con maldad laceran sin piedad la piel verde de la tierra,
y con sus garras de acero violan la virginidad...