
Por: Diógenes Armando Pino Avila
Para qué quejas,... para qué lagrimas,
Que han de dar mis ojos ¡qué carajada!
¿Para qué?...¿para qué? –si nada me anima–
¡Si he de llorar por ti, lo haré a carcajadas!
Me duele el alma –no niego– ¿para qué?
Me duele el corazón –qué importa que duela–
Tú al traicionarme, mataste mi fe,
¡Y estoy como si me doliera una muela!
Llorar no haré –aunque el dolor no resista–
Aunque en verdad, me hallo mal herido,
Pero...